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Las víctimas fueron en su gran mayoría hombres (sólo 370 mujeres fueron guillotinadas), más de la mitad de los cuales tenían entre 25 y 50 años (pero también se ejecutó a 22 menores de 18 y 9 hombres mayores de 80). Destacan los miembros de las profesiones liberales (479), seguidos por los artesanos (391), los aristócratas (381), los militares (365), los eclesiásticos (319) y los comerciantes (275).
Sanson se encontró con hombres que se enfrentaron a la muerte con serenidad y sin abdicar de sus ideas, como los girondinos, que cantaban “La Marsellesa” y bromeaban, o a valientes como el General Biron, quien, al ir a buscarle el verdugo, estaba comiendo ostras y le dijo: “¿Me permites que me coma mi última docena de ostras?”. Pero presenció también muchos desfallecimientos y dolor.
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Pero no fueron estas ejecuciones lo que impresionó más vivamente a Sanson, sino el hecho de que a medida que los tribunales enviaban cada vez más condenados al patíbulo, la gente parecía irse acostumbrando a la guillotina y a la muerte como realidades cotidianas a las que no se daba importancia.
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