domingo, 21 de octubre de 2018

El imperialismo: genocidios en África


  La conquista del mundo por las potencias industriales ( Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Italia, EE.UU., Japón), su reparto, la extracción de sus recursos y aprovechamiento de la mano de obra indígena con esa ideología que suponía una superioridad del hombre blanco (Darwinismo Social) sobre el resto de razas humanas. El imperialismo como fase superior del capitalismo, en palabras de Lenin. Comenzamos un nuevo tema que abarca desde el Imperialismo hasta la Revolución Rusa. Sobre el primer punto debemos tener en cuenta la realidad del proceso conocido como imperialismo.


Dentro de este proceso de troceamiento, reparto y saqueo de África y Asia fundamentalmente vemos como los dirigentes no tienen reparo en cometer auténticos genocidios contra la población indígena. Aunque hay voces críticas en Europa, debemos destacar especialmente el caso del Congo Belga donde el rey Leopoldo II esclaviza y asesina a millones de personas, algunos autores hablan de 10 millones, siendo uno de los mayores criminales contemporáneos. Pero más allá de la masacre belga en el corazón de África ( El corazón de las tinieblas, brutal y necesaria novela de Joseph Conrad, testigo de los hechos) salen a la luz otras atrocidades. Alemania llegó tarde al reparto pero se puso rápida manos a la obra para recuperar el tiempo perdido. 

Os dejo con un artículo del New York Times en el que se revela uno de los asesinatos masivos que realizó el Imperio Alemán. Es importante que veamos cómo la historia está ahí y en ocasiones está muy presente, tanto que se convierte en un asunto de la actualidad. Reflexionemos.




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El cementerio de los soldados coloniales alemanes que murieron durante la batalla de Waterberg en 1904, una batalla decisiva contra los herero, un grupo étnico nativo de Namibia.CreditJoao Silva/The New York Times
 WATERBERG, Namibia — En esta lejana esquina del sur de África, decenas de soldados alemanes yacen en un cementerio militar con sus nombres, fechas y detalles grabados en lápidas lustradas.
También hay una pequeña placa que fácilmente se pierde de vista en el muro del cementerio y rememora en alemán a los “guerreros” africanos que murieron en la batalla. Sin nombre, están entre las decenas de miles de africanos asesinados en lo que los historiadores han considerado —y lo que el gobierno alemán está a punto de reconocer— como el primer genocidio del siglo XX.
Un siglo después de perder sus territorios coloniales, Alemania y su antigua colonia, Namibia, están inmersos en intensas negociaciones para finalizar uno de los capítulos más terribles del pasado europeo en África.
Durante el dominio alemán en Namibia, que entonces se llamaba África del Sudoeste, funcionarios coloniales que estudiaban la eugenesia desarrollaron ideas en torno a la pureza racial y sus tropas intentaron exterminar a dos grupos étnicos rebeldes, los herero y los nama, algunos de ellos en campos de concentración.
“Será descrito como un genocidio”, dijo Ruprecht Polenz, enviado especial de Alemania a los diálogos, al referirse a una declaración conjunta que los dos gobiernos están preparando. Las negociaciones, que comenzaron este año, también se enfocan en cómo Alemania compensará y se disculpará con Namibia.
Esos eventos ocurridos de 1904 a 1908 presagiaron la ideología nazi y el Holocausto. Sin embargo, el genocidio en esta antigua colonia sigue siendo poco conocido en Alemania, en el resto de África y, hasta cierto punto, incluso en Namibia.
En ese país los monumentos y cementerios que conmemoran a los alemanes siguen superando en cantidad a los que honran a las víctimas del genocidio, un recordatorio de la perdurable falta de equilibrio en el poder.
“Queremos eliminar ese cementerio para poner a nuestra gente ahí”, dijo Magic Urika, de 26 años, quien vive a casi una hora del cementerio en Waterberg. “Lo que hicieron fue algo terrible, asesinar a nuestra gente y decir que todos los herero debían exterminarse”.
Aunque las iniciativas alemanas para expiar los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial son bien conocidas, pasó un siglo antes de que comenzaran a tomar medidas para reconocer el genocidio ocurrido en Namibia, décadas antes del Holocausto.
Se cree que cerca del 80 por ciento de todos los herero, que llegaban a cien mil, han fallecido. Muchos perecieron después de la batalla de Waterberg en la que les dispararon, los colgaron de árboles o murieron en el desierto; los alemanes también clausuraron los pozos de agua y así evitaron el regreso de los sobrevivientes.
Incluso después del centenario del genocidio namibio en 2004, la voluntad de Alemania para reconocerlo oficialmente ha avanzado con tal lentitud —y, para los críticos, a regañadientes— que ha desatado acusaciones de racismo por la forma en que las víctimas en Europa y África han sido tratadas.
“La única diferencia es que los judíos son blancos y nosotros somos negros”, dijo Sam Kambazembi, de 51 años, un jefe herero cuyos bisabuelos huyeron durante el genocidio. “Los alemanes pensaron que podrían mantener oculto este asunto y que el mundo jamás lo sabría, pero ahora hemos hecho ruido”. Sin embargo, Kambazembi y otros líderes también culpan a las políticas nacionales por la tardanza en el reconocimiento del genocidio.
Después de que Alemania perdió sus colonias africanas durante la Primera Guerra Mundial, Namibia fue controlada por el gobierno blanco de Sudáfrica hasta 1990, cuando se habló del tabú del genocidio.
Después de su independencia, el partido de liberación de Namibia —la Organización del Pueblo de África del Sudoeste, o SWAPO, por su sigla en inglés— tomó el mando y ha gobernado hasta el día de hoy. Pero está dominado por el grupo étnico principal del país, los ovambo, y los críticos argumentan que tienen poco interés por sacar a relucir el tema del genocidio contra los herero y los nama.
El gobierno también ha dependido mucho de la ayuda extranjera, en especial por parte de su contribuyente más grande que es Alemania.
Namibia fue la colonia africana más apreciada de Alemania, al atraer a miles de colonos que tomaron las tierras y el ganado de los residentes locales.
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Una estatua que conmemora a soldados alemanes muertos en combate fue salpicada con pintura roja en Swakopmund, un centro turístico en Namibia. CreditJoao Silva / The New York Times
Eso provocó una feroz resistencia por parte de los herero, que tradicionalmente han sido pastores, y los nama. Para sofocarlos, Lothar von Trotha, un comandante militar que se había ganado una dura reputación en los territorios alemanes en Asia y el este de África, fue asignado a Namibia para encabezar la Schutztruppe, o tropa de protección. En 1904, emitió la advertencia de que “le dispararían a cada herero, con o sin rifles, con o sin ganado”. Dijo que ya no tomaría mujeres ni niños, sino que “los llevaría de vuelta con su gente o les dispararían”. En 1905, Trotha emitió una advertencia similar a los nama, diez mil de los cuales murieron como resultado. Las anécdotas sobre muertes en el desierto pasaron de boca en boca en las familias herero, generalmente, en torno a una fogata por la noche.
Marama Kavita, de 43 años, una activista herero en Okakarara, un pueblo ubicado a casi una hora de Waterberg, dijo que había escuchado historias de su abuela, quien de niña huyó a lo que ahora es Botsuana, durante el genocidio. “Siempre que le preguntaba sobre eso, decía una palabra o dos y después comenzaba a llorar”, dijo. “Si veías a una anciana como ella llorando, te transmitía esa emoción, el odio”.
Algunos líderes nama y herero quieren negociar directamente con Alemania para obtener una compensación, lo cual podría ser un potencial obstáculo en las charlas. Dicen que el gobierno namibio repartirá el dinero que los alemanes entreguen entre grupos étnicos que no se vieron afectados o, peor aún, simplemente se lo quedará.
“No confiamos en que nuestro gobierno negocie en representación nuestra”, dijo Ester Muinjangue, presidenta de la Ovaherero Genocide Foundation.
El enviado especial de Namibia a las charlas del genocidio, Zed Ngavirue, dijo que funcionarios herero y nama ya estaban participando y seguirán haciéndolo cuando Namibia reciba una compensación por parte de los alemanes.
“El método y la distribución se hará con la participación de la comunidad”, dijo Ngavirue, quien es herero.
No obstante, ambos bandos deben ponerse de acuerdo sobre la cantidad de la compensación o cómo deberían llamarla. Namibia habla de una indemnización, pero Alemania rechaza ese término.
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El memorial del genocidio en Windhoek, la capital de NamibiaCreditJoao Silva/The New York Times
Según los alemanes, las indemnizaciones equivaldrían a reconocer la culpa bajo la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, y agregan que ese tratado no puede aplicarse de manera retroactiva a los genocidios pasados. Esa también es la razón por la que Alemania se rehúsa a negociar directamente con los herero y los nama, ya que las charlas se clasificarían como indemnizaciones, dijo Polenz, el enviado especial alemán.
Aunque en el pasado, el gobierno alemán le ha pagado directamente a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, darle una compensación a los descendientes de Namibia haría que Alemania y otros países enfrentaran un sinfín de nuevos reclamos, dijo Polenz.
“Quizá incluso Estados Unidos nos preguntaría qué deben hacer con los indios”, dijo. “La historia no puede reiniciarse. El tiempo no da marcha atrás, ni en la vida privada ni en la vida pública”.
En Alemania, el genocidio en Namibia se debatió un par de veces durante el año pasado en el Bundestag. Pero, de manera general, sigue siendo desconocido y no se menciona en las escuelas alemanas, como tampoco se discute en los salones de clase de Namibia.
“Aún hay amnesia colonial”, dijo Reinhart Koessler, un historiador alemán y experto en Namibia. En un libro de visitantes del cementerio Waterberg, un hombre alemán de Oldenburg escribió en inglés: “Me duele que este cínico monumento no tenga información sobre el genocidio y solo haya un pequeño letrero de los herero asesinados”.
https://www.nytimes.com/es/2017/01/03/alemania-lidia-con-el-genocidio-cometido-en-africa-mas-de-un-siglo-despues/

martes, 9 de octubre de 2018

Bella Ciao: una canción antifascista

   
Durante la II Guerra Mundial, entre los partisanos, se hizo muy común cantar la canción "Bella Ciao".  Esta canción tiene mucha historia, y no solo en la serie "La casa de papel" en donde es cantada por algunos de sus protagonistas. En realidad se trata de un himno de la resistencia italiana contra el fascismo de Benito Mussolini y las fuerzas nazis durante la guerra.




Veamos lo que nos cuenta la  historia:


Bella ciao es una canción popular cantada por los simpatizantes del movimento partisano italiano durante la segunda guerra mundial, cuando luchaba contra las tropas fascistas y nazis. La propagación de Bella ciao, durante la Resistencia está documentada y parece circunscribirse sobre todo en la región de Emilia, entre los Apeninos boloñeses y las zonas de la República partisana de Montefiorino (sobre los Apeninos de Módena).
Se creía que la música, de autor desconocido, se relacionaba con la melodía de un canto del siglo XIX de las trabajadoras de los arrozales padanos, sin embargo cabe aclarar que esto se trata de un falso histórico como definitivamente lo demuestra Cesare Bermani: la versión Bella ciao de las trabajadoras de los arrozales había sido compuesta en el año 1951 por Vasco Scansani di Gualtieri, mientras que la versión de la Resistencia tomaba en la parte textual la estructura del canto "Fior di tomba" y "Picchia picchia la porticella". Otra derivación ha sido propuesta tras el redescubrimiento de una melodía yiddish(canción "Koilen") registrada de un acordeonista klezmer de origen ucraniano, Mishka Tziganoff en 1919 en Nueva York,1​ interpretación que todavía, según algunos observadores, parece no apoyarse en sólidos fundamentos.2
Alla mattina appena alzata, o bella ciao, bella ciao
Bella ciao ciao ciao, alla mattina appena alzata,
devo andare a lavorar..!

A lavorare laggiù in risaia, o bella ciao, bella ciao
Bella ciao ciao ciao! A lavorare laggiù in risaia
Sotto il sol che picchia giù!3
Probable texto original del canto de las trabajadoras de los arrozales en el que se basa Bella ciao4
En este contexto se observa cómo la expresión "bella ciao" indica la juventud que se pierde y se malogra en el trabajo.4
Stamattina mi sono alzata,
stamattina mi sono alzata,
sono alzata - iolì
sono alzata - iolà
sono alzata prima del sol...
Fuentes: wikipedia.com
http://www.elboomeran.com/obra/2570/partisanos/

jueves, 4 de octubre de 2018

Trabajar con un artículo de prensa: canibalismo en la II Guerra Mundial

Hoy os propongo trabajar con un artículo publicado en el periódico El País hace unos cuantos años. Recogía parte de la investigación de un historiador que contaba en un libro cómo los japoneses habían llegado a practicar el canibalismo contra sus enemigos, incluidos prisioneros de guerra durante la II Guerra Mundial. Leeremos atentamente el texto y después lo comentaremos al  hilo del tema que estamos viendo. Podemos entregar un comentario de texto siguiendo las pautas para comentar textos periodísticos.
  

Los prisioneros eran ganado humano

El Ejército japonés practicó el canibalismo como “una estrategia militar organizada” al final de la II Guerra Mundial, concluye Antony Beevor en su último libro

 

Prisioneros estadounidenses de los militares japoneses durante la II Guerra Mundial, en mayo de 1942. / GETTY IMAGES

    La II Guerra Mundial todavía esconde secretos. Durante la investigación de su nuevo libro, una historia global del conflicto que publicará la semana que viene en España la editorial Pasado y Presente, el prestigioso historiador Antony Beevor se topó con una desagradable sorpresa. El Ejército estadounidense y el australiano prefirieron no divulgar una atrocidad japonesa al final del conflicto: el canibalismo y el uso de prisioneros de guerra como “ganado humano”, que eran mantenidos con vida solo para ser asesinados de uno en uno con el objetivo de ser devorados. Esta salvajada formó parte, según los datos recogidos por el escritor británico, de “una estrategia militar sistemática y organizada”.

“Las autoridades aliadas, comprensiblemente, por temor al horror que esto podría causar en las familias de aquellos que murieron en campos de prisioneros, decidieron ocultar los hechos totalmente”, explica por correo electrónico Beevor, que se encuentra promocionando en Australia su libro, publicado en junio en inglés. “Por ese motivo, el canibalismo no formó parte de los delitos juzgados en el Tribunal de Crímenes de Guerra de Tokio de 1946”.

Como sucedió con el resto de sus libros anteriores, la búsqueda de nuevas fuentes y documentos produce sus frutos. Hasta ahora, este historiador británico, que encontró un filón en los archivos soviéticos que comenzaron a abrirse tras la perestroika, había hecho minuciosas descripciones de las batallas de Stalingrado, Berlín, Creta y el desembarco de Normandía (todos ellos publicados en España por Crítica, todos ellos best sellers). En La II Guerra Mundial, un volumen de más de 1.200 páginas, traza un relato global del conflicto, que no empieza con la invasión de Polonia, sino un mes antes y en el otro lado del mundo, en agosto de 1939, en el río Khalkin-Gol. Aquella batalla en la que el Ejército Rojo derrotó a los japoneses en Manchuria demostró que Zukhov era uno de los grandes generales soviéticos y significó una gran lección para Tokio, que abandonó su intención de abrir un segundo frente en Siberia. Si Stalin hubiese tenido que proteger su retaguardia en Extremo Oriente, el conflicto hubiese sido muy diferente.

La II Guerra Mundial es una fuente infinita de historias y horrores y Beevor rescata muchas en este volumen, desde cómo los nacionalistas chinos sobornaron a las tríadas de Hong Kong para evitar matanzas de extranjeros hasta la guerra bacteriológica en Italia. Tras el desembarco aliado, los nazis inundaron grandes extensiones de terreno en Pontino, introdujeron el mosquito anofeles y confiscaron la quinina. Unas 55.000 personas contrajeron la malaria al año siguiente.

En su historia sobre el final de la guerra en Asia, Némesis. La derrota de Japón 1944-1945, Max Hastings explica que los relatos de las atrocidades que sufrieron muchos prisioneros a manos de los japoneses fueron censurados para evitar que se produjese una espiral de venganzas. De los 132.134 prisioneros de Japón, murieron 35.756, un 27%. Tanto Hastings como Beevor describen todo tipo de crueldades contra prisioneros de guerra aliados, desde vivisecciones sin anestesia hasta palizas mortales o ejecuciones a bayonetazos, además de trabajos forzados. Sin embargo, el canibalismo organizado va más allá de lo imaginable.

“No fueron casos aislados: existió un patrón similar en todas las guarniciones de China y el Pacífico que se quedaron sin suministros por la Marina estadounidense”, explica Beevor, que visitará España a finales de mes y que estará en el Hay Festival de Segovia

No existen datos sobre el número de prisioneros que pudieron sufrir esa suerte, aunque sí que la mayoría de los casos ocurrieron al final del conflicto, en Nueva Guinea y Borneo. Las víctimas fueron locales y soldados papuenses, australianos, estadounidenses y prisioneros indios, que se negaron a combatir con los japoneses. “Los informes lo dejan muy claro: ‘No fueron incidentes aislados perpetrados por individuos o pequeños grupos en condiciones extremas”, explica Beevor, de 66 años, militar reconvertido en historiador.


La revelación del canibalismo en el Pacífico se suma al redescubrimiento de las violaciones masivas por parte del Ejército soviético en su avance por Alemania, que describió en Berlín. La caída, 1945. Existían muchos testimonios, incluso una de las obras fundamentales sobre la II Guerra Mundial, Una mujer en Berlín (Anagrama, 2005), lo relataba con una pavorosa mezcla de horror y resignación. Este libro, anónimo, había sido publicado en inglés en 1954. Pero esa atrocidad no entró a formar parte del acervo de conocimiento popular sobre el conflicto hasta que el ensayo se convirtió en un éxito de ventas.

Un profesor de la Universidad de Melbourne, Toshiyuki Tanaka, había descubierto en los años noventa documentos que describían casos de canibalismo, pero, según su versión, se trataba de una orgía de muerte de tropas fuera de control, algo similar a lo que ocurrió en circunstancias extremas en el sitio de Leningrado, donde 600.000 personas murieron de hambre o a manos de prisioneros rusos que no recibían ningún tipo de alimentos. Los documentos que ha encontrado Beevor describen algo muy diferente, una nueva vuelta de tuerca en el horror infinito de la II Guerra Mundial.

Fuentes: Altares, Guillermo. Diario El País, 13-09-12
Imagen: Ercilia Marciel