Para comprender mejor la importancia que tuvo la Revolución Francesa vamos a estudiar su simbología. De esta manera apreciaremos mejor la trascendencia que tuvo para la historia universal. Estudiaremos los símbolos, ya que estos siempre son definitorios de una época, un carácter, unos hechos. Algunos de ellos, en buena medida, han perdurado en el imaginario colectivo llegando en muchos casos hasta la actualidad. También la música será importante, como suele suceder en toda época o acontecimiento de gran trascendencia, en especial el himno conocido como "La Marsellesa", que se consagró como himno nacional de Francia. Desde el comienzo de la Revolución aparece un nuevo lenguaje simbólico que continuara enriqueciéndose a lo largo de todo el periodo revolucionario. Los revolucionarios buscaron en dos fuentes principales imágenes para asociar a sus ideas fundamentales: la Antigüedad Clásica y la masonería. De las antiguas Grecia y Roma sacaron las bases para todo lo relacionado con la expresión plástica. Esta influencia trajo también la adopción de símbolos como el gorro frigio, el haz lictor, la importancia de gestos como el juramento con el brazo extendido, la moda de los nombres de origen romano...
Otra fuente de influencia, como decimos, fue la masonería ya que muchos de los hombres que influyeron en la Revolución se educaron en esta escuela. De esta fuente provienen muchas imágenes revolucionarias como el triángulo, la escuadra, el nivel, la balanza, el ojo que todo lo ve, etc. En ocasiones, las imágenes nuevas se mezclan con las religiosas, a las que se les da un nuevo significado. Algunos de estos símbolos evolucionarán o incluso caerán en desuso. Como nuevos ritos civiles, la libertad, la igualdad y la fraternidad se convierten en los símbolos respetados y aclamados por la sociedad. A partir de 1792, también la patria aparece como objeto de culto, surgiendo múltiples ritos civiles para venerarla.
La escarapela y la bandera tricolor
La escarapela o cucarda es un símbolo nacional en muchos países. Se trata de un sencillo adorno hecho con cintas de varios colores que forma un círculo o rosetón de tela del que cuelga un lazo en forma de V invertida. La cinta con que se elabora tanto el rosetón como el lazo debe tener los mismos colores que la bandera nacional del país que representa. Durante la Revolución se colocaba en el sombrero o en la chaqueta aunque con anterioridad había servido también para identificar a los ejércitos o bandos contrapuestos. En los momentos más duros de la etapa del Terror jacobino todo el mundo la llevaba por temor a ser denunciado como contrarrevolucionario.
La bandera tricolor fue instituida también durante la revolución. Ya en las semanas anteriores a la toma de la bastilla, en julio de 1789, en medio de la intensa agitación que recorre las calles de París se forma una milicia que decide lucir un signo distintivo, una divisa iluminada con los dos colores parisinos de entonces, el rojo y el azul. El 17 de julio, cuando Luis XVI se dirige a París para reconocer a la nueva Guardia Nacional, luce la escarapela roja y azul a la que El marqué de Lafayette, el comandante de la Guardia, parece que ha añadido el blanco real. Esa es la interpretación más difundida. Al año siguiente, en la fiesta de la Federación (14 de julio de 1790), el Campo de Marte se adorna con la bandera tricolor, que además hace honor a la triple divisa revolucionaria: libertad, igualdad, fraternidad. Jacques Louis David, el pintor más destacado de la época revolucionaria, fue el que influyó para que se adoptara la actual disposición de las franjas, con el azul junto al mástil y la roja ondeando al viento.