sábado, 25 de julio de 2009

LA ESPAÑA DE LAS AUTONOMÍAS: UNA REFLEXIÓN.

Reproduzco aquí un artículo del diario Información de Alicante que trata sobre el tema de las autonomías. Es un asunto que tiene que ver con la reciente historia de España: la transición a la Democracia. Un mal diseño en la Constitución ha privado, en opinión del profesor Asencio, que disfrutemos de las ventajas de un Estado Federal. Por el contrario, nuestro estado autonómico ha conllevado , en su diseño y aplicación, unos inconvenientes que llevan al autor a apostar por una España centralista. Yo estoy con él en este asunto. Admito opiniones de todo tipo.

JOSÉ MARÍA ASENCIO MELLADO

De la España que algunos quieren que sea una nación de naciones ¿? se está pasando al esperpento, a la España como reino de taifas, como suma de reyezuelos sin más ambición que acumular poder y competencias. Cada debate del estado de la nación, cada elección se resuelve en una cesión de poder a las llamadas comunidades autónomas; los nacionalistas y los no nacionalistas, porque entre ellos no hay diferencias, reclaman competencias y las asumen con alegría. Da igual que tengan entidad o que versen sobre estupideces, porque lo importante es mandar, crear direcciones generales, contratar personal de confianza a porrillo y despojar al Estado central de entidad propia. Ese Estado central que, a este paso, dejará de cumplir con su función uniformizadora, equilibradora, garante de la igualdad y la solidaridad.

Y, como digo, no hay diferencias entre nacionalistas y no nacionalistas. Todos se unen en amasar poder para ejercerlo en la forma en que mejor saben. El despilfarro es la nota común a todas ellas. El despilfarro y el aumento exponencial de los contratados a cargo del erario público, característica que los distancia del centralismo, tan criticado, pero regulado hasta en su más mínima expresión, frente a la desregulación y la tontería que amasan los líderes regionales.
La Constitución de 1978 estableció un sistema de distribución de competencias que diferenció entre las exclusivas del Estado y las que podían transferirse y ser asumidas por las Comunidades Autónomas, en un diseño general más o menos lógico y equilibrado. El problema vino cuando se consideró que las exclusivas del Estado también podían ser cedidas a la periferia, sin concretarse cuántas, cuáles y cuándo. A partir de ahí, elección tras elección, el Estado central mengua y los territorios autónomos crecen, sin ningún orden, ni concierto. Asumen cuantas competencias reclaman, sin fondos para asumirlas, para luego, a la vista de la mala gestión, reclamar el dinero para hacerlas efectivas, pero mientras tanto, dejando palidecer servicios esenciales, como la sanidad, la educación y la justicia, que sufren la falta de inversión suficiente y derivada de la ausencia de una planificación, de la cesión de competencias sin un esquema diseñado en el tiempo y sin el rigor exigible.
Pero, lo cierto es que todo eso da igual a tirios y troyanos, porque de lo que se trata es de aplicar el "pájaro en mano". Luego ya vendrán las reclamaciones, los llantos y las quejas y, al final, el Estado pagará la fiesta que será proporcional a la fuerza electoral, a la capacidad de reclamación de potestades derivada de la falta concreta de votos. Pero, en el camino los ciudadanos verán, como estamos viendo, reducida la calidad de los servicios elementales del llamado Estado del Bienestar, ante la falta de un sistema único, general y programado y su sustitución por un cúmulo de regímenes diferenciados, a veces escasamente dotados y, lo que es peor, dependientes ideológicamente del gobierno regional de turno, de su sensibilidad hacia lo público o su deriva privatizadora.

El nuevo sistema de financiación es un exponente nítido de lo que digo. Cualesquiera que sean los argumentos que se quieran alzar, es lo cierto que se ha favorecido a las comunidades de las que se espera obtener un mayor número de votos para el Gobierno, ampliando la diferencia para peor de las que, como la nuestra, se inclinan por el PP. Cataluña y Andalucía son ese granero de votos del PSOE que hay que cuidar, lo que se hace con dinero público repartido de modo desigual, pagando la fiesta el resto de la nación. Ello no justifica, sin embargo, que aquí se haya prescindido de elaborar propuestas razonables que fueran más allá de pedir lo mismo que Cataluña. Esta estrategia es propia de quien aún no se ha puesto a trabajar al estar preocupado por lo "suyo". De haberse elaborado un listado de necesidades en lugar de hacer política basura, al menos ahora tendríamos argumentos -aunque sólo sirvieran para razonar-, que oponer a los utilizados para favorecer a terceros. Pero, como nada se ha hecho, salvo criticar y levantar la voz en tono mitinero, debemos pagar la incapacidad manifiesta de quienes nos gobiernan. Entre unos y otros, entre intereses encontrados y luchas intestinas en los partidos mayoritarios, los ciudadanos valencianos somos ignorados y poco valorados.

Por todo ello, por convicción profunda y única solución, sigo proclamando mi jacobinismo centralista, porque considero que la Francia napoleónica constituyó un salto adelante en la formulación de una nación única, libre, igual y solidaria, erradicando fronteras interiores y suprimiendo diferencias entre los ciudadanos de una misma nación. La libertad, la igualdad y la fraternidad, a mi modesto juicio, son incompatibles con un modelo de Estado fraccionado y a las pruebas me remito.

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