jueves, 3 de enero de 2013

El imperialismo: Genocidio en el Congo

Leopoldo II de Bélgica
       Como escribía Mario Vargas Llosa en El País, Leopoldo II convirtió a Bélgica en una gran potencia colonial sin disparar un solo tiro, pero llevando a cabo una verdadera masacre con la muerte de unas 10 millones de personas. Sobre los congoleños cayó un poder asfixiante que les privó de toda libertad y movimiento y se ejecutó una explotación brutal, donde había mutilaciones de manos y pies a niños y mujeres.
     Él inauguró esa atrocidad de amputar los miembros y se libró de toda justicia, pese a los llamamientos de grandes novelistas de la época, como Joseph Conrad o Arthur Conan Doyle.
     Entre 1874 y 1877, Henry Morton Stanley fue el primer europeo que viajó por Africa central conociendo el curso del Río   Congo. Leopoldo II, rey de los belgas, que andaba mandando emisarios por medio mundo para tratar de comprar o hacerse con tierras que le permitiera contar con una colonia y enriquecerse como venían haciendo otros monarcas europeos, financió a Stanley para que hiciera esta labor. Entre 1879 y 1884, Stanley fundó varias estaciones a lo largo del Río Congo, y firmó tratados con varios gobernantes africanos para la Asociación Internacional del Congo, la organización que servía de tapadera a las ambiciones del rey.
     En la Conferencia de Berlín (1884–85) los poderes europeos reconocieron la demanda de la Asociación Internacional de la cuenca del Congo, y en 1885, Leopoldo proclamó el Estado Libre del Congo. En 1891–92, conquistó Katanga, y entre 1892 y 1894, consiguió expulsar del este del pais a los comerciantes árabes y Swahili, incluido Tippu Tib.
 
       La historia de la explotación de los recursos económicos del Congo mientras fue propiedad de Leopoldo II, es una de las historias más sangrientas de la historia contemporanea. Mientras en Europa se dedicaba a rodear su obra de un aureola de altruismo, defensa del libre comercio y lucha contra el comercio de esclavos, iba dictando normas por las que expropiaba a los pueblos congoleños de todas sus tierras y recursos e incitaba a su ejército privado, la Fuerza Pública, a servirse de todo tipo de torturas, secuestros y asesinatos para someter a la población a los trabajos forzados que, en un brevísimo periodo de tiempo, le convertiría en uno de los hombres más ricos del mundo. 



Mutilaciones y torturas a los indígenas
 
  Para financiar tan colosal negocio se sirvió de todo tipo de engaños sobre su obra civilizadora, consiguiendo aportaciones y préstamos que nunca devolvería, de todo tipo de empresas, instituciones y el propio estado belga, en 1889 y 1895. Además de crear su propia empresa para la extracción del caucho y marfil, concedía tierras a empresas privadas a cambio de un porcentaje sobre los beneficios.  Es el caso la Compañía de Katanga o la Unión Minera del Alto Katanga que a partir de 1905 comenzaron a extraer mineral de cobre con la contrapartida del pago de un porcentaje al estado, que no era otro que el propio Leopoldo.

       Pero aunque ya en 1890, el misionero americano G.W. Willians hizo la primera denuncia sobre las monstrusidades de las que fue testigo, aún tardarían 10 años en estallar el escándalo en Europa. La publicación en la prensa de los relatos y datos recogidos por escritores como Mark Twain y Joseph Conrad, misionesros como Willians Sephard, diplomáticos como el británico Casement( con su informe Casement, que despertó las conciencias a nivel internacional) , y sobre todo los trabajos de Edmund D. Morel  consigueron finalmente, que los gobiernos europeos y EEUU comenzaran a investigar y oponerse al exterminio que se estaba llevando a cabo en el Congo. El parlamento belga, haciéndose eco de este rechazo internacional , en 1908 obligó al rey Leopoldo a ceder sus dominios del Estado Libre del Congo, quedando todo el territorio bajo la autoridad del gobierno, pasado a llamarse Congo Belga.


Una represión sistemática. El genocidio. 

       La administración colonial empleó sistemáticamente la violencia para obligar a trabajar a la población nativa. En la práctica, el Estado Libre del Congo funcionó como un gigantesco campo de concentración .Aunque un sistema similar se había implantado ya para forzar a los nativos a abastecerles de otros productos, la situación se agudizó cuando el caucho se convirtió en el principal objeto de la codicia de los administradores coloniales. El procedimiento habitual consistía en tomar rehenes, casi siempre mujeres y niños, que sólo podían ser rescatados mediante la entrega de determinadas cantidades de caucho. Los rehenes morían con frecuencia de inanición o a causa de los malos tratos recibidos.

      Como castigo por no haber cumplido las expectativas en la recolección del caucho eran frecuentes los asesinatos masivos por parte de la Force Publique. Como prueba de que estos asesinatos se habían llevado a cabo, los soldados de la Force Publique amputaban una mano a los cadáveres. En otras ocasiones se les cortaba la cabeza, o, para demostrar que los asesinados eran varones, los genitales. Las manos eran ahumadas y entregadas a los jefes de puesto como prueba de que la Force Publique había hecho su trabajo.
     En ocasiones, los soldados no mataban a los nativos, sino que sólo les amputaban la mano derecha, y empleaban las balas para cazar. Varias fotografías de la época documentan estas mutilaciones.
Torturas con el Chicotte
   
   Además de las matanzas, se empleaban asiduamente castigos físicos contra la población nativa. El instrumento de uso más extendido era la llamada chicotte, una especie de látigo que desgarraba las carnes del reo. Las primeras noticias de su uso se remontan a 1888. Este castigo se aplicaba incluso a niños, y no eran infrecuentes las muertes por su empleo. El uso de la chicotte perduró durante la administración belga del Congo y no fue abolido hasta 1959, en vísperas de la independencia.



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