jueves, 30 de marzo de 2017

Leopoldo II de Bélgica y su genocidio en El Congo

 
  El rey Leopoldo II de Bélgica es una de esas personalidades históricas que debemos recordar cada cierto tiempo para que su memomoria no caiga en el olvido. Sin lugar a dudas estamos ante uno de los mayores genocidas de la  historia, comparable a los peores asesinos de masas del siglo XX. Durante el período histórico conocido como el Imperialismo, destacó el nefasto reparto de África, oficializado en la Conferencia de Berlín (1884-85), convocada a petición entre otros del rey Leopoldo por el Canciller de Hierro, Otto Von Bismarck para aclarar y resolver, entre otros el caso del Congo Belga, un inmenso territorio en el centro de África que el rey de Bélgica administró como si de una finca particular de su propiedad se tratase, enriqueciéndose a costa del inmenso sufrimiento de los pueblos del corazón africano.

  El Estado Libre del Congo se convirtió en poco tiempo en un gigantesco campo de concentración, el mayor que mente humana haya podido nunca imaginar, un verdadero escenario del horror y la muerte indiscriminada de proporciones apocalípticas, un genocidio en toda regla en una época en la que la definición de genocidio todavía no estaba todavía desarrollada.


  Leopoldo, contando en un principio con la complicidad del aventurero y explorador Henry Morton Stanleyorganizó y dirigió una persecución y exterminio de seres humanos difícilmente comparable con ningún otro genocidio contemporáneo. Las cifras no pueden ser exactas pero fueron muchos los millones de seres humanos asesinados sin piedad, no menos de diez millones de almas, esquilmadas por incendios, deportaciones en masa, esclavitud, violencia extrema, secuestros, amputaciones y torturas de todo tipo perpetradas por una milicia, la Force Publique, cuya sádica criminalidad era legendaria. Entre 1879 y 1884 Stanley fundó diversas estaciones a lo largo del Río Congo, firmando tratados con diversos líderes tribales a los que prometió pingües beneficios y ventajas para sus pueblos. Éstos picaron en el anzuelo y aceptaron de buen grado la presencia del hombre blanco que venía a ayudar, a "civilizar" a unas poblaciones en unas precarias condiciones.  De esta manera vió la luz la Asociación Internacional del Congo, organización que era una simple tapadera de las ambiciones del malvado rey belga. 


Para financiar tan colosal empresa se sirvió de todo tipo de engaños y trapacerías sobre su benéfica obra civilizadora, logrando importantes préstamos y aportaciones de numerosas empresas, instituciones y del propio estado belga que jamás devolvería. Además de crear su propia empresa para la extracción del caucho y la explotación del marfil (acabando con millares de elefantes), concedía tierras a empresas privadas a cambio de un porcentaje sobre el beneficio que obtuviesen. Fue este el caso de la Compañia de Katanga o de la Unión Minera del Alto Katanga que a partir de 1905 comenzaron a extraer el mineral de cobre con la contrapartida del pago de jugosas comisiones a Leopoldo, que se ocultaban bajo el paraguas de supuestos porcentajes al estado belga. 

 Todo se reducía a que los nativos consiguiesen obtener en un tiempo determinado la cuota de caucho que tenían asignada. La explotación del caucho, ligada a la pujante industria del automóvil, además de otras riquezas naturales del corazón de África fueron la moneda de cambio mediante la que el rey de Bélgica consiguió amasar una inmensa fortuna manchada de sangre. La administración colonial empleó sistemáticamente la violencia para obligar a trabajar a la población nativa aterrorizando a las poblaciones nativas. Aunque un sistema similar se había implantado ya para forzar a los nativos a abastecerles de otros productos, la situación se agudizó cuando el caucho se convirtió en el principal objeto de la codicia de los administradores coloniales. El procedimiento habitual consistía en tomar rehenes, casi siempre mujeres y niños, que sólo podían ser rescatados mediante la entrega de determinadas cantidades de caucho. Los rehenes morían con frecuencia de inanición o a causa de los malos tratos recibidos. 
      Como castigo por no haber cumplido las expectativas en la recolección del caucho eran frecuentes los asesinatos masivos por parte de la Force Publique. Como prueba de que estos asesinatos se habían llevado a cabo, los soldados de la Force Publique amputaban una mano a los cadáveres. En otras ocasiones se les cortaba la cabeza, o, para demostrar que los asesinados eran varones, los genitales. Las manos eran ahumadas y entregadas a los jefes de puesto como prueba de que la Force Publique había hecho su trabajo.  En ocasiones, los soldados no mataban a los nativos, sino que sólo les amputaban la mano derecha. Varias fotografías de la época documentan estas mutilaciones.
   Además de las matanzas, se empleaban asiduamente castigos físicos contra la población nativa. El instrumento de uso más extendido era la llamada chicotte, una especie de látigo que desgarraba las carnes del reo. Las primeras noticias de su uso se remontan a 1888. Este castigo se aplicaba incluso a niños, y no eran infrecuentes las muertes por su empleo. El uso de la chicotte perduró durante la administración belga del Congo y no fue abolido hasta 1959, en vísperas de la independencia.


 
 ¿Cómo es posible que nadie hiciese nada contra Leopoldo?.


  Aunque ya en 1980 el misionero americano G.W. Williams hizo una de las primeras denuncias sobre las monstruosidades de las que había sido testigo, todavía tendrían que pasar 10 años para que el escándalo saltase a la opinión pública europea. Uno de los primeros testimonios del  horror fue el del periodista británico Edmund D. Morel, antiguo agente de una compañía naviera de Caucho y conocedor de las rutas comerciales en el África negra. Morel obtuvo pruebas sobre los crímenes cometidos y las presentó a la opinión pública. Sin embargo no fue hasta 1903 cuando el parlamento británico se mostró crítico sobre la situación del Congo. Es entonces cuando encargó al diplomático Sir Roger Casement, cónsul inglés en el Congo, la investigación de las denuncias. El informe Casement, público al año siguiente, tuvo un impacto considerable a  nivel mundial. Los británicos pidieron que el Congo dejase de ser una concesión particular del rey Leopoldo y fuese transferida al parlamento belga. En Bélgica la oposición parlamentaria logró que se investigara el asunto del Congo, confirmando los informes precedentes. El rey negó todas las acusaciones, declarando que su único objeto en el país centroafricano había sido el de civilizar a los nativos.

Resultado de imagen de soliloquio del rey leopoldo mark twain    Escritores y periodistas comenzaron a denunciar en sus obras las atrocidades que se estaban perpetrando en el interior de África. Destacan autores de la talla de Mark Twain, en su "soliloquio de Rey Leopoldo", Arthur Conan Doyle, el creador del famoso Sherlock Holmes y, especialmente, el novelista Joseph Conrad en una de sus obras más importantes: el corazón de la tinieblas. Conrad hablaba en esta ocasión en primera persona: había remontado el río Congo y presenciado las desastrosas consecuencias del colonialismo belga.  Cuando se destapó el escándalo el parlamento belga obligó al rey a ceder la propiedad del Congo al pueblo de Bélgica, no sin recibir el dirigente una importante suma económica como compensación. Asimismo el estado belga creó la "Donación Real", un acta por la que el estado heredaba y gestionaría en adelante las inmensas propiedades del rey, preservando su disfrute por sus sucesores en el trono, prohibiendo su venta o alteración. Desde 1930 esta "Donación Real" es un organismo público autónomo del estado belga. Parte de esos bienes estuvo a disposición de la Casa real belga. 

  Ese fue su único "castigo". Este genocida murió sin ser molestado por sus acciones y todavía se levantan estatuas en su honor y tiene museo dedicado a su memoria, que es una especie de pequeño Versalles, si bien gran parte de la población belga está en contra. Analicemos a este asesino de masas y seamos conscientes de las barbaridades perpetradas durante el Imperialismo contra las poblaciones de los países colonizados.


  Nsala, del distrito de Wala, contempla la mano y el pie amputados de su hija Boalia, de cinco años, víctima de la milicia de la Anglo-Belgian Rubber Company (ABIR).

Henry Morton Stanley
Nativo con cicatrices de latigazos







Bibliografía:

-Adam Hochschild. El fantasma del rey Leopoldo: una historia de codicia, terror y heroismo en el África colonial.

-Coquery-Vidrovitch, Catherine. y H. Moniot, África negra de 1800 a nuestros días. Barcelona: Labor, 1976, Cap. II “De la exploración a la conquista”. Cap. V “Los africanos y la colonización”

-Vargas Llosa, Mario: La aventura colonial. Diario El País. http://elpais.com/diario-/2008/12/28/opinion/1230418811_850215.html

-Van der brule, Álvaro: La brutal vida de Leopoldo II, uno de los peores villanos de la historia. Diario El Confidencial. http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-05-01/la-brutal-vida-de-leopoldo-ii-uno-de-los-peores-villanos-de-la-historia_1192510/
-Fuente, U. y Ors, J.. El otro infierno de Roger Casement en http://www.larazon.es/historico/8266-el-otro-infierno-de-roger-casement-LLLA_RAZON_381399#.Ttt1mGC35TBJEau 

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